Cada vez que digo que yo soy creyente,
aparece algún valiente que me juzga
con la voz cobarde del intransigente
que surge siempre de la censura.
Esos que presumen ser inteligentes
y van buscando su razón en la incultura
porque no entienden que la fe me haga más fuerte
que simplemente es un invento de los curas,
que surge nada más,
que surge por el miedo hacia la muerte.
Y a quién se ofende si le doy gracias a Dios,
y a quien se ofende si le pido protección,
que más me da quien me comprende
si el creer me hace más fuerte y me hace ser mejor persona.
Si a Dios lo encuentro solamente en el amor,
y no en las manos indecentes
que se justifican si le adoran,
y en las manos pederastas
ni de aquellos que mataran
ni juraran en su nombre.
Dios está en las manos del que ayuda,
del que no pregunta nunca
y que perdona los errores.
Ese es el Dios que me llena,
ese es el Dios que ilumina,
y si en el mismo día en que me muera
compruebo de verdad que no existiera,
la misma fe que muchos tirarían,
si me hizo ser feliz toda mi vida,
ya habrá valido la pena,
ya habrá valido la pena”.
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